sábado, 29 de mayo de 2010

Capitulo 8

- ¿Te sentís mejor? – pregunto el, dando un trago a su coca-cola.

- Si – mentí – comer me hiso mejor.

Di otro mordisco a la hamburguesa, concentrándome en masticar lentamente y respirar hondo tratando de dejar mis hormonas de lado.

- Parece que te duele algo...

- Bueno, supongo que estoy cansada... ¿Podrías llevarme a mi casa?

- No hay problema.

Encendió el motor mientras yo le indicaba el camino hacia mi casa. Estuvimos callados todo el camino, supongo que el interpreto que me sentí mal. Cuando llegamos a la puerta lo primero que hice fue fijarme si estaba mi vecino en la puerta, siempre estaba ahí, pero hoy estaba vacia la calle.

- Gracias por traer…

La puerta de Dougie se abrió, lo vi rodear el coche y el abrió la puerta con una sonrisa.

- Te acompaño hasta la puerta – se ofreció el.

En silencio, con el corazón latiéndome aceleradamente, Salí del auto. Mientras buscaba las llaves en mi bolso. Dándole la espalda, abrí la puerta y la empuje hacia adentro y gire hacia el con una amplia sonrisa. El estaba en el penúltimo escalón, unos quince centímetros por debajo mío, lo cual hacia que sus ojos estuvieran casi a mi altura. Estaba lo suficientemente cerca de el como para vernos, tocarnos… y besarnos. Me mordí el labio inferior para evitar que se me escapara un gemido ardiente de deseo y alargué la mano para dársela a el.

- Gracias, Dougie.

El se quedo en silencio y mi mente imagino varias versiones de cómo podía terminar esa noche. Me gire para entrar a mi casa.

- Vicky..

¿Era una pregunta, o una afirmación? No estaba segura, pero no pensaba decir “si”, asi que gire y lo mire.

- Me gustaría Besarte – anuncio el.

Sentí la lengua pegada al paladar.

- ¿Me escuchaste? – Susurro el, acercándose a mi ligeramente, podía sentir su respiración sobre mi cuello.

Su boca se poso sobre la mía, pude sentir su aliento cálido y dulce sobre mi lengua mientras sus brazos me rodeaban. Me perdí en aquel beso que transportaba una ola de adrenalina y deseo. Un imperioso deseo se apodero sobre vi y sentí que mi piel quemaba, me abalance sobre el, pero abrí los ojos repentinamente y me eche hacia atrás, apoyando una mano contra su pecho. Jadeante, el me miro. Aun me tenía abrazada por la cintura.

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